En el peor de los casos
Confrontar al fumador con la necesidad y urgencia de dejar de fumar, cuando este “no ha pedido opinión”, va a generar en él procesos de resistencia, transformándose la persona que le insta a dejar de fumar en un estímulo aversivo.
Si se le presiona para que
abandone el tabaco, no será la conducta de fumar lo que le generará rechazo, sino
las personas que le presionan para que lo deje, haciendo que se aleje de ellas
o provocando malestar emocional por el hecho de mencionarlo.
Para evitarlo, es recomendable
explorar la percepción que tiene sobre su hábito como fumador y sus posibles
preocupaciones si mantiene la conducta.
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